domingo, 16 de diciembre de 2012

#juguemOS: cooperación y valor añadido (parte 3)

El primer encuentro de la mañana no fue demasiado concurrido, quizá porque era un tema muy trillado para los habituales en este tipo de eventos; sin embargo para mi, novato aún, me pareció un buen tema para empezar. No me equivoqué.
El primer juego que se propuso fue denominado 'el salto'. Antes de nada quiero advertir que mi memoria es pésima para nombres, por lo que es posible que me invente algunos y renombre otros en este blog, puesto que como principiante que soy, no se me ocurrió que apuntarlos hubiera sido una buena idea, ¡gran fallo!. Asimismo, tampoco mencionaré el nombre de los facilitadores de estos juegos, esta vez para no menospreciar el aporte de otros participantes, dado que en la mayoría de los casos, los encuentros se gestaron por la participación de muchas personas que también merecen mi reconocimiento.
Volviendo al tema, 'el salto' era una alegoría a la confianza de trabajar juntos y el riesgo de conseguir un valor añadido para todos, frente a la decisión egoísta y conservadora de enfrentarse en competencia para beneficio personal. Dicho de otra forma: nos dividimos en grupos de 2 con un representante que llevaría a cabo la acción (saltar o no saltar) que hubieran acordado tras una reunión de un minuto. Si todos saltaban, el 'mercado' nos recompensaría con un caramelito para cada uno; si nadie saltaba, todos perdíamos caramelos; y si unos saltaban y otros no, los primeros debían ceder sus dulces a los segundos. Con estas sencillas reglas nos pusimos a jugar. Yo, perro viejo en este tipo de juegos, pues había participado previamente en varias variantes de experimentos sociológicos organizados por la Universidad Carlos III de Madrid (ya os contaré más en alguna ocasión...), no me fié de la 'buena voluntad' de mis compañeros y con esta estrategia escéptica empezamos a jugar, ganando un par de caramelos (efectivamente, solo saltaron dos de los 4 grupos). La siguiente ronda fue por los mismo derroteros, por lo que nos apuntamos otro par de dulces :) Para la tercera ocasión, se nos dio la oportunidad de acordar con los otros grupos cual iba a ser la acción a realizar: saltar, por supuesto... ¡o eso debía haber sido! Pues efectivamente hubo traiciones, pero no de nuestro grupo, que pese a estar seguros de que esto iba a ocurrir, decidimos sembrar confianza para no corromper (o hackear como decían algunos) el funcionamiento del juego en la siguiente y definitiva ronda, en la recogimos lo que habíamos sembrado traicionando nuevamente la confianza del resto.
Evidentemente, la conclusión de este juego no debía ser que la competencia y la traición eran la mejor estrategia para ganar, pero fue lo que finalmente nos hizo campeones. ¿Pero realmente habíamos ganado? Si planteamos el juego como competencia entre empresas, definitivamente habíamos comido mercado al resto, pero si planteáramos el juego como competencia interdepartamental dentro de una empresa, lo único que habíamos conseguido era redistribuir los aportes de beneficios, pero sin conseguir valor añadido del mercado externo, es decir, ¡un fracaso! Discutimos que tal vez el juego no estaba bien planteado, dado que era muy difícil conseguir una mayoría, pues repercutía en muchos riesgos y el beneficio que obteníamos era escaso. Propusimos una variante del juego en la que se dieran recompensas moduladas en enfrentamientos por parejas, es decir, sólo dos adversarios que se enfrentaran sobre los mismos supuestos, ganando 3 caramelos cada uno si ambos saltaban, ganando 5 si solo uno de ellos lo hacía y ganando 0 el que no hubiera saltado en este último caso (En mi experiencia, mucho más colaborativo).
Como nos quedaban 10 minutos de tiempo, decidimos jugar a un juego simple, pero bastante divertido, otro tipo de salto, que denominaré 'espectativa de salto'. Consistía en trazar una linea en el suelo desde la que saltar con los pies juntos y marcar con un post-it la distancia que esperábamos acometer. Absolutamente todos, saltamos más de lo que nos habíamos marcado, por lo que plantemos unas conclusiones bastante interesantes que reproduciré aquí:

  • No nos conocemos bien a nosotros mismos y eso nos hace inseguros al estimar.
  • Tratamos de generar menos expectativas de las que realmente somos capaces de complacer.
  • Podríamos limitarnos a saltar únicamente para cumplir con las expectativas que habíamos generado, sin esforzarnos en alcanzar el máximo de nuestro potencial y nadie nos diría nada... ¿o si?
Con estas ideas en la mente terminamos el primer encuentro y me dirigí, al segundo: War Games!. Pero esto es otra historia y parafraseando a Michael Ende: debe ser contada en otra ocasión, sin ánimo de convertirlo en una Historia Interminable...

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